Vivimos en una sociedad en la que los trastornos psicológicos están a la orden del día: los maestros con bajas por depresión, los adolescentes con ansiedad, los niños con estrés... Por ello, llegamos sin duda a la conclusión de que educar en las emociones es algo que debería ser obligatorio en la escuela.
Somos seres emocionales, pero la realidad es que muy poca gente es consciente de sus emociones y es capaz de gestionarlas y controlarlas; eso conduce a determinados problemas como los que comentábamos al principio.
Para que sea más fácil de entender; la diferencia entre un adolescente con un alto nivel de inteligencia emocional y otro que no, ante una situación de estrés por enfrentamiento a una signatura que a ambos les disgusta, es que mientras que el segundo se agobiará y no será capaz de afrontar la situación con éxito, el primero reconocerá ese estrés y su causa, recapacitará sobre ello, y actuará en consecuencia con bastante probabilidad de salir mejor parado.
Como con eso, la maestría emocional se puede llevar a cualquier ámbito cotidiano de la vida:
relaciones sociales, de pareja, de trabajo...
Personalmente, me parece un tema precioso para llevar y trabajar en el aula, muy fácil de impartir a todos los niveles y que, al tener una aplicación práctica en la vida, a todos los niños les encantaría aprender. Además, desde mi humilde opinión, pienso firmemente que es un tema que debería ser obligatorio en todos los niveles educativos, considero la inteligencia emocional como una gran base sobre la que se sustenta la vida de una persona.
El test de coeficiente intelectual pasó de moda, hoy en día es infinítamente más importante que una persona sepa gestionar sus emociones que memorizar una secuencia de números y repetirla en el orden correcto.
Seres emocionalmente inteligentes es sinónimo de una mayor probabilidad de éxito social, laboral, académico, sentimental y de autoconcepto; todo ello hace entrar a una persona en un círculo vicioso que desemboca en un aumento de la felicidad. Y es que a mí no se me olvida que aquí lo más importante sigue siendo que nuestra principal función es conducirles y acompañarles en ese camino para que sean, sobre todo, felices.

No cabe duda que gestionar emociones es el sustrato de gestionar una vida. No lo podrías haber explicado mejor.La educación emocional debe luchar contra la pedagogía tóxica.Los educadores, tienen la emocionante labor de formar personas, apoyando el binomio mente-corazón,y reforzando las cualidades de cada alumno.Hay que enseñar a pensar,no adoctrinando sino dando herramientas para conseguir objetivos.Eso nos hace libres.
ResponderEliminarEnhorabuena Peter.
Así es Beatriz :)
Eliminar¡Muchas gracias por tu aportación! :D