Unos padres estándar nunca han deseado sufrimiento para sus hijos, eso es así, pero los tiempos han cambiado tanto y tan rápido que hace apenas 60 años, para mis abuelos era inevitable sufrir en cierto modo, por las condiciones socioeconómicas de la época y otras situaciones.
Todo cambió cuando, a partir de mi generación (y puede que desde algo antes), dichas condiciones de vida generales mejoraron tanto que, unos padres estándar, tenían la posibilidad real de evitar todo tipo de sufrimiento para sus hijos. En este punto, no estamos hablando de familias ricas que colman de lujos a sus hijos, sino de familias estándar que se vuelcan en darles, de igual forma, todo lo que pueden, necesitan y lo que además también ellos exigen. No queremos que nuestros hijos se equivoquen, somos padres adultos que pensamos que sabemos qué es lo mejor para ellos, y partiendo de esa premisa, procuramos allanarles un camino por el que andan con zapatos Gucci y sobre algodones, para asegurarnos que caminar sea algo fácil y bonito.
Pero la vida no es así, y vosotros, padres estándar, sabéis perfectamente que caerse es necesario para aprender a levantarse, vosotros habéis experimentado lo que es el dolor y el sufrimiento de equivocarse, de tomar una mala decisión, de cometer cualquier error, de caer muy hondo y salir como buenamente habéis podido. Y a día de hoy, vosotros, padres estándar, deberíais ser totalmente capaces de recordar ese sufrimiento como aquello que os ha hecho fuertes y os ha llevado hasta el momento actual de vuestra vida, del que, independientemente de lo orgullosos que os sintáis, deberíais reconocer que aquel dolor fue total y absolutamente necesario para encontraros donde estáis a día de hoy.
La vida es una carrera de obstáculos, no un camino de algodones y rosas. Hoy en día, en España, el suicidio es la tercera causa de muerte entre el grupo de edad de entre los 15 a los 29 años, lo que en el año 2013 supuso un 16,36% del total de jóvenes fallecidos. Es un hecho que no educamos a nuestros hijos a tolerar el sufrimiento, las depresiones están a la orden del día y existe un desconocimiento e incapacidad total para afrontarlas.
Tener un hijo no es como programar un ordenador, las personas nacemos con una estructura mental y una personalidad que se desarrolla en gran parte a partir de ella; dejemos de pensar que sabemos qué es lo mejor para ellos, guiémosles en el camino, pero no le obliguemos a coger el que nosotros queremos, abrámosles puertas, mostrémosles muchísimas más, dejemos que se equivoquen, que aprendan, que tengan momentos malos, la vida no es felicidad, felicidad es aquello que debemos perseguir; dejemos de intentar que nuestros hijos sean felices en todo momento, eso sería engañarles y, para cuando se tengan que enfrentarse al mundo real, puede que no tengan las herramientas para desenvolverse con éxito.
En definitiva, dejemos de malcriar, dejemos de crear niños de porcelana.




