sábado, 5 de agosto de 2017

Educación en casa

Todos hemos conocido a lo largo de nuestra etapa educativa, o bien ya trabajando como docentes, a ese niño o niña que, por sus circunstancias en casa, se hace imposible o muy difícil que siga el ritmo general del aula. Esta vez no hablaremos sobre que los principales motivos son el desinterés y el sistema en sí, sino que nos centraremos en esa parte que no vemos desde el colegio y que tanta fuerza tiene a la hora de que un niño se comporte y actúe en una clase: la familia y su educación en casa.

Hay niños que cuando vuelven a casa después de la escuela están solos, quizás tengan el plato de comida preparado en el frigorífico y solo tengan que meterlo en el microondas para después comérselo. Luego, puede que el niño pase toda la tarde solo o puede que se vaya a casa de su abuela para hacer tiempo acompañado mientras espera a que llegue su madre después de haber estado trabajando todo el día. El rato con su abuela seguramente haya sido muy divertido para este niño, pero quizás poco productivo, ya que la abuela es demasiado blanda y no le presiona lo suficiente para que haga sus tareas del colegio. Sus padres están separados.

Hay niños que cuando vuelven a casa después de la escuela hablan un idioma totalmente diferente al español, de hecho, ellos mismos lo están aprendiendo y sus padres lo desconocen por completo. En la escuela lo pasan mal por eso, los niños se ríen de ellos, les marginan, pero cuando llegan a su casa son felices. Felices porque salen de ese "infierno" y se olvidan por completo de lo mal que lo han estado pasando. No hacen las tareas, como es obvio, y quizás los padres tampoco les propongan hacerlas porque posiblemente ellos ni siquiera puedan ayudarles, y no desean que sus hijos sigan sufriendo el estrés de ponerse frente a esos libros. Estos niños están tristes por el hecho de apenas ver a su padre, que vuelve muy tarde de haber estado trabajando en el campo. La mamá a veces se estresa un poco cuando tiene que mediar con sus cuatro niños a la vez ella sola.

Hay niños que cuando vuelven a casa después de la escuela se encuentran con que uno de sus hermanos mayores ha robado otra bici. Otros dos hermanos han discutido y se han agredido fuertemente. Y su padre le grita a su madre desde el sofá "¿cuánto le queda a la puta comida?". 

Por supuesto, hay niños que cuando vuelven a casa después de la escuela se encuentran con sus dos padres ayudándose entre ellos a terminar de hacer la comida, mientras que el niño o niña prepara la mesa y un capítulo de Los Simpsons se oye de fondo. Después, llega su hermana mayor del instituto y todos hablan sobre cómo les ha ido la mañana. Luego, uno de los padres se va a seguir trabajando ya que tiene jornada partida, pero el otro puede quedarse a ayudar a sus hijos con las tareas, acompañarles a cualquier actividad extraescolar o simplemente, a jugar con ellos y dedicarles tiempo y cariño. Al día siguiente, uno de los padres acude a una reunión que tenía programada con el maestro para hablar sobre la educación de su hijo, así como de su evolución.

¿Qué diferencia a este último niño de algunos de los otros? 
La posibilidad de que exista de forma natural una atención en casa, el establecimiento de unas normas, el afecto, la comunicación familiar, el interés educativo y la comunicación familia-escuela.

Con todo esto se intenta transmitir la enorme importancia que tiene el hecho de que exista un mínimo de cooperación y comunicación entre las familias y la escuela, para favorecer la productividad, mejorar las respuestas en función de las necesidades, para reducir los conflictos, aumentar la satisfacción y para, en definitiva, aumentar el nivel de felicidad, porque cuando dos padres educan al unísono, se nota, y cuando padres y escuela hacen lo propio, también.



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