sábado, 16 de junio de 2018

Niños de porcelana

Unos padres estándar nunca han deseado sufrimiento para sus hijos, eso es así, pero los tiempos han cambiado tanto y tan rápido que hace apenas 60 años, para mis abuelos era inevitable sufrir en cierto modo, por las condiciones socioeconómicas de la época y otras situaciones.

Todo cambió cuando, a partir de mi generación (y puede que desde algo antes), dichas condiciones de vida generales mejoraron tanto que, unos padres estándar, tenían la posibilidad real de evitar todo tipo de sufrimiento para sus hijos. En este punto, no estamos hablando de familias ricas que colman de lujos a sus hijos, sino de familias estándar que se vuelcan en darles, de igual forma, todo lo que pueden, necesitan y lo que además también ellos exigen. No queremos que nuestros hijos se equivoquen, somos padres adultos que pensamos que sabemos qué es lo mejor para ellos, y partiendo de esa premisa, procuramos allanarles un camino por el que andan con zapatos Gucci y sobre algodones, para asegurarnos que caminar sea algo fácil y bonito.

Pero la vida no es así, y vosotros, padres estándar, sabéis perfectamente que caerse es necesario para aprender a levantarse, vosotros habéis experimentado lo que es el dolor y el sufrimiento de equivocarse, de tomar una mala decisión, de cometer cualquier error, de caer muy hondo y salir como buenamente habéis podido. Y a día de hoy, vosotros, padres estándar, deberíais ser totalmente capaces de recordar ese sufrimiento como aquello que os ha hecho fuertes y os ha llevado hasta el momento actual de vuestra vida, del que, independientemente de lo orgullosos que os sintáis, deberíais reconocer que aquel dolor fue total y absolutamente necesario para encontraros donde estáis a día de hoy.

La vida es una carrera de obstáculos, no un camino de algodones y rosas. Hoy en día, en España, el suicidio es la tercera causa de muerte entre el grupo de edad de entre los 15 a los 29 años, lo que en el año 2013 supuso un 16,36% del total de jóvenes fallecidos. Es un hecho que no educamos a nuestros hijos a tolerar el sufrimiento, las depresiones están a la orden del día y existe un desconocimiento e incapacidad total para afrontarlas.

Tener un hijo no es como programar un ordenador, las personas nacemos con una estructura mental y una personalidad que se desarrolla en gran parte a partir de ella; dejemos de pensar que sabemos qué es lo mejor para ellos, guiémosles en el camino, pero no le obliguemos a coger el que nosotros queremos, abrámosles puertas, mostrémosles muchísimas más, dejemos que se equivoquen, que aprendan, que tengan momentos malos, la vida no es felicidad, felicidad es aquello que debemos perseguir; dejemos de intentar que nuestros hijos sean felices en todo momento, eso sería engañarles y, para cuando se tengan que enfrentarse al mundo real, puede que no tengan las herramientas para desenvolverse con éxito.

En definitiva, dejemos de malcriar, dejemos de crear niños de porcelana. 


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martes, 22 de mayo de 2018

La política del terror

Uno de los caminos más recurridos en educación es el sistema de castigos para conseguir que los alumnos hagan lo que el maestro desea. "Si traes los deberes sin hacer, te quedas sin recreo", "si no terminas los ejercicios en 5 minutos, separaré tu mesa de la de tu compañero", "si no te sientas de una vez, vas a estar de pie; pero fuera de clase". ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra etapa educativa hemos oído cosas de este tipo?, ¿y cuántas veces hemos sido los protagonistas de esos castigos?.

Y así es como la mayoría de nosotros hemos crecido, con miedo a hacer algo que "no debíamos" por evitar, ojo, el ridículo de la bronca frente a todos tus compañeros. Porque ¿a cuántos de vosotros os ha importado lo más mínimo el hecho en sí de no hacer los deberes?; de ser así, nunca más volverías a fallar. Piénsalo, no te importaba realmente no haber hecho los deberes, en el fondo sabías que no era algo tan grave, lo que te molestaba de verdad era el ridículo de ser tú por unos segundos o incluso minutos el centro de atención por algo que estaba "mal", por muy en desacuerdo que estuvieras con ello. Por otro lado, al maestro de turno no le importaba mucho tu opinión al respecto, las normas son las normas y tú las habías incumplido totalmente. De nuevo, fuimos un número más, un robot más pasando por la larga pasarela en movimiento que es el sistema educativo durante la cual recibes los retoques necesarios para ser anulado y convertirte en un esclavo de la sociedad y el Estado, sin capacidad de razonar ni pensar de forma crítica, sin importar cómo te hacían sentir ni la situación personal que te había podido llevar a "pecar", la cual podría llegar a justificar tus "errores" sobradamente.


¿Y de qué servía todo esto?, ¿acaso el niño que no hace los deberes comienza a adquirir esa rutina gracias esos castigos?, ¿acaso ese síndrome de TDAH comienza a pasar horas sentado sin moverse por el hecho de haber salido castigado al pasillo?, ¿por qué somos tan estúpidos al no ser capaces de plantearnos el modo que tenemos de hacer las cosas y ver así que realmente nuestra forma de trabajar no es la correcta?.
No, el niño que no hace los deberes puede que los traiga hechos lo que queda de semana, pero pronto volverá a fallar. De la misma forma que el niño con TDAH no se sentará por más de unos minutos hasta que vuelva a sentir la necesidad de volver a moverse. Porque los niños son personas, y las personas, como los adultos, somos todos diferentes, con nuestras características propias, nuestro modo de ver el mundo y nuestra personalidad; nos gusta que se nos tenga en cuenta, pues a ellos también. Si un niño no se mantiene sentado mucho tiempo en clase y otro no hace los deberes, intenta averiguar qué es lo que hay detrás que le lleva a comportarse de esa forma. Solo así serás capaz de trabajar con él y conseguir que haga aquello que sea que estés considerando mejor para él.

Todo este tipo de actuaciones conducen al etiquetado de los alumnos: "el que nunca hace los deberes", "el que se porta mal porque nunca se sienta en clase", "el listo porque siempre saca dieces", etc. Y es bien sabido que etiquetar  a los niños aumenta sus posibilidades de fracaso en el futuro. El niño que es malo acabará creyendo que realmente lo es y comenzará a integrar el papel de malo como parte de su personalidad ya que es eso lo que todo el mundo espera de él. Y respecto al niño que siempre saca dieces, si en algún momento de su carrera educativa deja de hacerlo puntualmente, por el motivo que sea, es muy probable que eso suponga un fracaso para él y no tenga la tolerancia suficiente para afrontar la situación sin venirse abajo, sufrir ansiedad, o incluso traumatizarse por ello.

A las personas nos gusta dar la talla y ofrecer lo que se espera de nosotros. Nos sentimos mal cuando no lo conseguimos.
Dejemos de esperar algo de nuestros alumnos, dejemos las expectativas de lado. Ayudémosles a ser felices.




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lunes, 30 de abril de 2018

Los requisitos formativos del ayer frente a los del hoy

Los tiempos han cambiado, hay quien dirá que a mejor, otros, en cambio, opinarán que ojalá volver a aquellos maravillosos años cuando todo era diferente. Lo que nadie podría negar es el hecho de que, independientemente de si los cambios son mejores o peores, lo que está claro es que los ha habido a un ritmo vertiginoso, y debemos entender y aceptar que cada vez los cambios serán más, mayores y más rápidos.

Ya hemos hablado con anterioridad en este blog de que la educación es una materia pendiente que, al contrario que la tecnología, se ha quedado atrás, estancada; pero no vamos a hablar del atraso educativo en sí, sino de las grandes diferencias que podemos encontrar entre los requisitos formativos de antes y de hoy.

Para ello, partamos de que la educación vigente es de carácter industrial, es decir, surgió en una época en la que era realmente importante alcanzar unos conocimientos mínimos que permitieran llevar a cabo trabajos que no podían ser desempeñados por máquinas o robots (ya que todavía no existían). Hablamos de una educación que no se interesaba en el individuo, sino que, por el contrario, existía en ella una homogeneidad que mataba la creatividad y el pensamiento crítico. Pues bien, nos encontramos entonces en un contexto social y evolutivo en el que un puesto de trabajo dependía de la cantidad de títulos que podías albergar, ya que la mayor aspiración de cualquier persona era una posición laboral donde se ganase mucho dinero, y la única forma de conseguirlo era acumulando formaciones acreditadas. Hasta aquí todo bien, en épocas donde socialmente esa era la única salida para tener una calidad de vida decente, es algo totalmente lícito. El problema es cuando este mismo sistema se ha ido arrastrando hasta la actualidad.

Y es que, actualmente la sociedad no es para nada de carácter industrial. Muchos de esos trabajos que antes eran desempeñados por personas, ahora los realizan máquinas y robots. Y, por cierto, esto es algo que seguirá en aumento, por eso se habla de que dentro de 20 años el 70% de los trabajos serán trabajos que aún no existen hoy en día, de ahí la importancia de desarrollar dentro de cada uno de nosotros un espíritu de adaptación a los cambios. Hablamos de que solo los trabajos que actualmente pueden ser desarrollados única y exclusivamente por personas, permanecerán en el tiempo. Pensemos, ¿es un robot capaz de poner un ladrillo sobre otro en la construcción de un edificio?.

Actualmente, casi todo el mundo tiene acceso a una carrera universitaria, ¿cuántos son capaces de conseguir un puesto de trabajo tras finalizarla? Hace años era realmente impensable estar en paro con una formación universitaria bajo el brazo. Por ello, no siendo suficiente, acudimos a másters, cursos de formación, y algunos apuntan hacia el doctorado; ¿os dais cuenta?, pretendemos seguir la misma línea de acción que hace 100 años, y no nos paramos a pensar que eso ya no funciona, que la "titulitis" es real, existe, que hoy en día ya no importa tanto las acreditaciones que almacenes, sino que el mejor puesto de trabajo lo vas a conseguir siendo creativo, inteligente, activo, selectivo, sabiéndote mover o incluso siendo tú mismo el creador de tu mejor puesto de trabajo.

Me gustaría dejar claro que esto no es un post en contra de la formación, está claro que para muchísimos puestos de trabajo aún es necesaria. Lo que pretendo transmitir es la idea de que los trabajos del futuro no van a necesitar tantos datos en nuestra cabeza, sino más de esas otras cosas que hoy brillan por su ausencia y son las que facilitarán el acceso a un buen puesto de trabajo en un futuro más cercano de lo que muchos pensáis. Y en este caso, no vale decir "ya me adaptaré cuando llegue el momento", ya que no estamos siendo educados para ello. ¿Recuerdas lo de que nuestro sistema educativo sigue estando puramente industrializado?.







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