Uno de los caminos más recurridos en educación es el sistema de castigos para conseguir que los alumnos hagan lo que el maestro desea. "Si traes los deberes sin hacer, te quedas sin recreo", "si no terminas los ejercicios en 5 minutos, separaré tu mesa de la de tu compañero", "si no te sientas de una vez, vas a estar de pie; pero fuera de clase". ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra etapa educativa hemos oído cosas de este tipo?, ¿y cuántas veces hemos sido los protagonistas de esos castigos?.
Y así es como la mayoría de nosotros hemos crecido, con miedo a hacer algo que "no debíamos" por evitar, ojo, el ridículo de la bronca frente a todos tus compañeros. Porque ¿a cuántos de vosotros os ha importado lo más mínimo el hecho en sí de no hacer los deberes?; de ser así, nunca más volverías a fallar. Piénsalo, no te importaba realmente no haber hecho los deberes, en el fondo sabías que no era algo tan grave, lo que te molestaba de verdad era el ridículo de ser tú por unos segundos o incluso minutos el centro de atención por algo que estaba "mal", por muy en desacuerdo que estuvieras con ello. Por otro lado, al maestro de turno no le importaba mucho tu opinión al respecto, las normas son las normas y tú las habías incumplido totalmente. De nuevo, fuimos un número más, un robot más pasando por la larga pasarela en movimiento que es el sistema educativo durante la cual recibes los retoques necesarios para ser anulado y convertirte en un esclavo de la sociedad y el Estado, sin capacidad de razonar ni pensar de forma crítica, sin importar cómo te hacían sentir ni la situación personal que te había podido llevar a "pecar", la cual podría llegar a justificar tus "errores" sobradamente.
¿Y de qué servía todo esto?, ¿acaso el niño que no hace los deberes comienza a adquirir esa rutina gracias esos castigos?, ¿acaso ese síndrome de TDAH comienza a pasar horas sentado sin moverse por el hecho de haber salido castigado al pasillo?, ¿por qué somos tan estúpidos al no ser capaces de plantearnos el modo que tenemos de hacer las cosas y ver así que realmente nuestra forma de trabajar no es la correcta?.
No, el niño que no hace los deberes puede que los traiga hechos lo que queda de semana, pero pronto volverá a fallar. De la misma forma que el niño con TDAH no se sentará por más de unos minutos hasta que vuelva a sentir la necesidad de volver a moverse. Porque los niños son personas, y las personas, como los adultos, somos todos diferentes, con nuestras características propias, nuestro modo de ver el mundo y nuestra personalidad; nos gusta que se nos tenga en cuenta, pues a ellos también. Si un niño no se mantiene sentado mucho tiempo en clase y otro no hace los deberes, intenta averiguar qué es lo que hay detrás que le lleva a comportarse de esa forma. Solo así serás capaz de trabajar con él y conseguir que haga aquello que sea que estés considerando mejor para él.
Todo este tipo de actuaciones conducen al etiquetado de los alumnos: "el que nunca hace los deberes", "el que se porta mal porque nunca se sienta en clase", "el listo porque siempre saca dieces", etc. Y es bien sabido que etiquetar a los niños aumenta sus posibilidades de fracaso en el futuro. El niño que es malo acabará creyendo que realmente lo es y comenzará a integrar el papel de malo como parte de su personalidad ya que es eso lo que todo el mundo espera de él. Y respecto al niño que siempre saca dieces, si en algún momento de su carrera educativa deja de hacerlo puntualmente, por el motivo que sea, es muy probable que eso suponga un fracaso para él y no tenga la tolerancia suficiente para afrontar la situación sin venirse abajo, sufrir ansiedad, o incluso traumatizarse por ello.
A las personas nos gusta dar la talla y ofrecer lo que se espera de nosotros. Nos sentimos mal cuando no lo conseguimos.
Dejemos de esperar algo de nuestros alumnos, dejemos las expectativas de lado. Ayudémosles a ser felices.
